16 de noviembre de 2021. La ciudad escocesa de Glasgow acogió desde el 31 de octubre hasta el 13 de noviembre la llamada COP26 (Conferencia de las Partes), cumbre internacional sobre el cambio climático. Próxima cita: COP27 El Cairo, en 2022.
Después de largas discusiones que se extendieron hasta el sábado 13 de noviembre (y no hasta el viernes 12 de noviembre como estaba previsto) y tras la redacción de varios borradores, la cumbre sobre el cambio climático COP26 emitió un documento final que muestra algunos avances, pero menos de los que muchos creen necesarios.
El documento fue firmado por los casi 200 países que asistieron a la COP26 y, aunque no es legalmente vinculante, se espera que establezca una agenda global contra el cambio climático para la próxima década. En este se destaca la mención sin precedentes de que el carbón es la principal fuente del calentamiento global y existe un compromiso para reducir su uso. India y China al final impidieron que se firmara el término de “eliminación gradual” y finalmente fue el de “reducción gradual” de su uso como fuente de energía. También hubo un compromiso para imponer metas más estrictas contra la quema de carbón en 2022.
Algunos aspectos interesantes que deja la COP26:
- COOPERACIÓN EE.UU.-CHINA. En una sorpresiva declaración, Estados Unidos y China se comprometieron a impulsar la cooperación en temas climáticos a lo largo de la próxima década. Acordaron tomar medidas relacionadas con las emisiones de metano, transición hacia energías limpias y descarbonización. Esta declaración conjunta es importante ya que ambos países son los dos mayores emisores de CO2, por lo que un acuerdo entre EE.UU. y China se considera crítico para que la meta de mantener el aumento de temperatura por debajo de 1,5 grados sea realizable.
- DEFORESTACIÓN. Los líderes de más de 100 países, que representan casi el 85% de los bosques del mundo, prometieron frenar la deforestación para 2030. Hay que recordar que los árboles pueden absorber grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases clave de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global. Así que, la eliminación de la deforestación se considera vital para combatir el cambio climático.
- METANO. Se anunció un programa para reducir 30% de las actuales emisiones de metano para 2030, siendo acordado por más de 100 países. El metano es uno de los gases de efecto invernadero más potentes, y actualmente es responsable de un tercio del calentamiento causado por humanos. La mayoría está producida por actividades como la cría de ganado y eliminación de desechos.
- CARBÓN. Más de 40 países -incluidos los principales consumidores de carbón como Polonia, Vietnam y Chile- acordaron reducir el uso de carbón, que por primera vez de forma explícita se nombra como raíz de las causas del calentamiento global. El carbón es el mayor contribuyente al cambio climático. Aunque se ha progresado en reducir su uso, todavía se usó para generar casi 37% de la electricidad en el mundo en 2019. Sin embargo, algunos de los países que más dependen del carbón, como Australia, India, China y EE.UU., todavía no han firmado el acuerdo. Además, ese acuerdo no contempla otros combustibles fósiles como petróleo y gas.
- DINERO. Unas 450 organizaciones financieras, que entre ellas controlan 130 billones de dólares, acordaron respaldar tecnología «limpia» como la energía renovable, así como el financiamiento directo para quienes se alejen de las industrias de combustibles fósiles. La iniciativa es un intento de vincular a las empresas privadas en el intento para alcanzar las metas de ‘cero neto’, y comprometerlas a financiar tecnología verde, aunque hay que recordar que todavía no hay una definición concreta de lo que exactamente son las metas de cero neto.
¿Se cumplirán los compromisos adquiridos?
Cualquier compromiso adquirido en la COP26 tendrá que depender de la autovigilancia en su mayor parte, ya que son pocos los países que están haciendo que sus compromisos sean legalmente vinculantes. No obstante, hay esperanza de que a medida que el movimiento hacia el cero neto tome más impulso, haya más ánimo entre los países de mantenerse a la par.
A medio camino
No se puede hablar, por lo tanto, de que la COP26 haya sido un éxito pero tampoco de que haya sido un fracaso. Quizás se quede a medio camino.
Se han conseguido logros concretos como los acuerdos contra la deforestación o para reducir las emisiones de metano. Por el contrario, ha sido una de las cumbres más excluyentes debido a la escasa representación de la sociedad civil y de las comunidades indígenas. El secretario general de la ONU António Guterres, reconoció el último día que los avances no han sido suficientes, «nuestro frágil planeta está pendiente de un hilo y aún estamos llamando a la puerta de una catástrofe climática».
Una cosa queda clara: si no hubiéramos hecho nada hasta ahora, al final de este siglo la temperatura media del planeta sería 4,5 grados superior a la de la era preindustrial. Con los compromisos actualmente firmados de reducción de emisiones el aumento será, si todos cumplen, de 2,9 grados. Y con las promesas de Glasgow, todavía por concretar, podrían bajar a 2,4. Una diferencia sustancial. El problema es que no es suficiente y ya no tenemos margen. El tiempo de actuar se acaba. Para alcanzar el objetivo fijado en el Acuerdo de París (2015) de que la temperatura media no suba a final de siglo más de 1,5 grados, las emisiones tendrían que caer un 45% respecto a las de 2010. Cómo hacerlo es justo lo que se ha evitado concretar.
Déficit de confianza
Para Miguel Ángel Velasco cmf, miembro del Equipo Claretiano ante la ONU, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático (2015), continuidad de Kioto (1997), presentaba tres compromisos claros: mantener el aumento global de la temperatura del planeta por debajo de los 2 °C, incluso llegando a los 1,5 °C; aumentar la capacidad de resiliencia de los países en desarrollo ante los desajustes provocados por el cambio climático; mitigar las consecuencias que ya está teniendo el cambio.
Para conseguir el primer objetivo es necesario reducir las emisiones de gases que provocan el “efecto invernadero”, fundamentalmente los combustibles fósiles (CO2, gas, petróleo). Para lograr los otros dos objetivos (mitigación y resiliencia) se necesitan grandes cantidades de recursos económicos para los países en desarrollo; éstos han de ser aportados por los países desarrollados. El Acuerdo de París fue un éxito muy parcial, según ha demostrado el paso de los años. Seis años han transcurrido desde París y los estudios dicen que este año se emitirá más CO2 que antes de la Pandemia; además sólo se ha llegado a reunir el 70% de los fondos económicos aprobados para mitigación y resiliencia de los países en desarrollo. El Acuerdo de París fue una muy importante declaración de intenciones rubricada por una mayoría abrumadora de países del mundo, pero una cosa es firmar un acuerdo y otra cumplirlo.
(…) El desarrollo de los países occidentales ha necesitado ingentes cantidades de energía que se ha extraído, fundamentalmente, del carbón, el petróleo y el gas. (…) Para producir menos CO2, necesitamos cambiar las fuentes de energía: hemos de pasar de energía basada en los combustibles fósiles a energías “verdes” o energías limpias. Nos encontramos con el problema de una transformación que implica cambios y gastos enormes para los países y, por supuesto, para las personas; pero, si no lo hacemos, nuestro planeta no tiene futuro.
La Unión Europea, los Estados Unidos y, en general, los países occidentales desarrollados, pueden asumir esta transformación, aunque con grandes esfuerzos. El problema con algunos países en desarrollo se ha de solucionar a través de aporte de fondos económicos y tecnología desde los países desarrollados. Pero hay un tercer grupo de países que están en pleno desarrollo y que, según ellos, no pueden hacer otra cosa que consumir combustibles fósiles, muy en concreto el carbón. El continente asiático acumula el 75% de producción de electricidad a través de centrales térmicas y el 80% de los nuevos proyectos. El 55% de las centrales de carbón en funcionamiento están en China; le sigue India, con un 12%, Vietnam e Indonesia; EEUU mantiene un 10% de la generación mundial eléctrica a través del carbón. No cabe duda de que, especialmente China, tiene la obligación moral de reducir sus emisiones de CO2. La Unión Europea, muy comprometida con la desaparición del carbón y la transformación verde a través del “European Grean Deal”, tiene el problema de Polonia y su dependencia del carbón para la producción de energía. La alternativa al carbón no puede ser el gas, que es también un combustible fósil productor de CO2.
¿Podrá venir la solución para el 2030-2050 de la mano de las energías verdes y de la energía nuclear de nueva generación? La energía nuclear, en su forma actual, tiene el problema de los desechos radiactivos, ¿se podrá solucionar con la nuclear de fusión? Solucionar este problema es el reto de los científicos y, sobre todo, de los políticos. Lo que no cabe duda es que, si no se pone freno a esta situación, no sólo sucumbirá el planeta, sino nosotros con él. La próxima cita para los acuerdos: COP27 El Cairo, en 2022; ¿podremos fiarnos de ellos?; seguro que necesitan de la sociedad civil, de nosotros, para llegar a acuerdos.
Si quieres leer el texto completo de Miguel Ángel Velasco cmf, miembro del Equipo Claretiano ante la ONU, pincha aquí.