Suena paradójico que, en estos días tan duros por la crisis de la pandemia del COVID19, en la que se nos pide distancia unos con los otros, tenemos que estar más unidos que nunca.
Estamos viendo cómo nuestro compromiso y solidaridad son más necesarios, porque esta pandemia nos afecta a todos y todas: personas enfermas y fallecidas, pérdida de empleos y medios de vida, centros escolares y universitarios cerrados, familias confinadas en sus hogares, personas mayores solas… Estos días, en muchas partes del mundo, los efectos del coronavirus no sólo se están cobrando vidas humanas sino afectando al desarrollo de la vida de muchas personas y muchas actividades ordinarias.
Pero, aunque se trate de un fenómeno global, son las personas más vulnerables quienes, como siempre, sufren más sus efectos negativos. Hoy tiene mucho más sentido mostrar nuestra cercanía y solidaridad a las personas a las que habitualmente apoyamos con nuestros proyectos de cooperación internacional para el desarrollo y acción social.
Nos acordamos de modo particular de las personas mayores, que se encuentran dentro de los grupos de más riesgo ante la infección del virus. En los países empobrecidos no cuentan con sistemas de protección social y sanitaria, muchos de ellos y ellas tienen que seguir manteniendo actividad económica para sobrevivir, en algunos lugares están completamente aislados y alejados de quienes pueden acompañarlos… Sentimos cerca a las personas adultas mayores de los proyectos de ARTE-CORDES en El Salvador y a quienes son acompañadas en los Hogares de la Prelatura de Humahuaca (Argentina).
Tenemos muy presentes a los niños y niñas más vulnerables, en estos procesos educativos interrumpidos, pero también en cómo podrán hacer frente en sus hogares precarios a la pandemia. Nos acordamos de los rostros de nuestros programas de ‘La Educación Cambia Vidas’ en Zimbabwe, India, Argentina, R.D. Congo y Marruecos. Pero también de aquellos que tenemos bien cercanos en el Proyecto Emaús de Granada y en el barrio de Miralbaida en Córdoba.
Y no olvidamos a las mujeres en todo el mundo, porque sabemos que esta situación agudiza su situación de vulnerabilidad, de pobreza y de exclusión, paralizando sus esfuerzos en las pequeñas actividades económicas que proveen de sustento a sus familias… Tenemos un recuerdo especial para los proyectos claretianos de pastoral social en Tarija (Bolivia), los de las asociaciones y cooperativas de mujeres de CORDES en El Salvador, el de las mujeres indígenas artesanas de Morona Santiago en Ecuador, o las jóvenes del Centro Tukola en R.D. Congo…
Un recuerdo especial también para las personas inmigrantes y quienes las acompañan en los proyectos de S. Isidro de Níjar (Almería) y en la frontera de Bolivia y Argentina en la misión de pastoral migratoria claretiana de La Quiaca.
En el corazón de todo el voluntariado, socios y socias y personal técnico de Proclade Bética están cada una de las personas, misiones de la familia claretiana y entidades socias locales que hacen posible la esperanza trabajando en el desarrollo de sus pueblos y comunidades y mejorando la calidad de vida de miles de personas. Nuestro compromiso de solidaridad y justicia no está en cuarentena, sino que se intensifica en estos días de dificultad. Estamos con vosotros. Rezamos y pedimos la bendición de Dios y la protección del Inmaculado Corazón de María.
#YoMeQuedoEnCasa #ProcladeSeCompromete